martes, 5 de julio de 2011

Nº 5 ( PASOSLARGOS ) 05 - 07 - 2011


Si tengo que acudir a un banco para que sobreviva mi familia durante los próximos meses porque soy un despilfarrador, el banco me pedirá que les devuelva en el tiempo pactado la cantidad solicitada en unas condiciones y con unos intereses X. Elemental.
Como en este caso el prestador tiene la sartén por el mango, tengo dos posibilidades, firmar el contrato con las cláusulas que me impone o, si los intereses y requisitos me parecen abusivos, mandarlo a freír monas y ajustarme el cinturón para de esa forma no necesitar el préstamo. En este caso, seguramente tendré que dejar de prestar dinero a todos mis vecinos que lo necesiten; tendré que despedir al chofer y vender mi berlina de lujo; me veré obligado a posponer la reforma del baño y mi viaje de lujo a Honolulú; tendré que evitar a toda costa que mis familiares metan la mano en el bolso del dinero y es probable que hasta tenga que dejar de invitar a comer a todo el que pasa por mi puerta. Y así tantas cosas que, aún siendo el “chocolate del loro”, al sumarlas hacen un gran granero.
Si, por el contrario, decido firmar el préstamo porque estoy con el agua al cuello, mi obligación es cumplir el contrato y acto seguido poner en práctica las medidas del párrafo anterior para no verme en la tesitura de tener que acudir de nuevo al mercado del préstamo con la lengua fuera.
Lo que no se me ocurriría es poner a parir al prestamista porque me ha pedido un alto interés y unas condiciones duras por su conocimiento de mi afición a despilfarrar y las muchas probabilidades de que no pueda cumplir mi parte del trato.
Culpar a los “mercados” de los males que padece España es quizás la mayor demagogia que han parido los socialistas en las últimas décadas, y lo que es peor, a sabiendas de que muchos españoles no conocemos la mecánica.

PASOSLARGOS